Este tratado podría durar 16 años, es decir, hasta 2036, pero se hará una evaluación y revisión en el año 2026, para ver la posibilidad de que se extienda dicha vigencia. Necesario es decir que en el Senado también aprobamos una serie de reformas y nuevas leyes para propiciar el fortalecimiento de esta relación comercial. El llamado Paquete T-MEC incluyó, entre 2019 y 2020, reformas en materia ambiental, laboral, salud, propiedad intelectual, derechos de autor, propiedad industrial, infraestructura de la calidad, exportaciones e importaciones, entre otras. Además de la actualización de reglamentos de diversas leyes.
Definitivamente, a dos años, los resultados de su implementación son positivos para México. A pesar de la pandemia de COVID-19, que fracturó las cadenas productivas y de suministro comercial en casi todo el mundo, el T-MEC ha sido una herramienta fundamental para impulsar la recuperación económica después de los momentos más difíciles de la crisis sanitaria. De enero de 2020 a la fecha, dicha recuperación económica ha sido del 44%.
Sin embargo, a pesar de los resultados positivos en materia económica, no estamos exentos de la presencia de conflictos y retos que pueden poner en tensión la relación. Aunque justamente, para ello el propio T-MEC cuenta con una institucionalidad para procesar las diferencias e interpretaciones de diversos temas. Por un lado están los mecanismos de respuesta rápida, a través de solicitudes de reunión de la comisión del tema de que se trate. En lo que va del tratado se han realizado ya reuniones en temas laborales, especialmente sobre libertad de asociación, abuso laboral, discriminación; comercio agrícola, biotecnología, entre otros. Y por otro lado, están los mecanismos de la consulta y el panel, para la resolución de controversias de mayor envergadura.
Es en este marco donde hoy se dan las principales diferencias de interpretación de los acuerdos establecidos. El caso de la solicitud de las consultas hecha en el pasado mes de julio, sobre la política energética de México, por parte de los Estados Unidos, que es seguida unos días después por el gobierno de Canadá, es, en estos momentos, la más divulgada y que genera las mayores preocupaciones. Sin embargo, debemos traer a colación que no es la primera controversia que se presenta, sino la número cuatro.
Las primeras solicitudes de consulta fueron entre Estados Unidos y Canadá; una en materia de lácteos y otra en materia de células fotovoltaicas, mismas que se resolvieron a ese nivel, en consulta. La tercera fue de México y Canadá contra Estados Unidos en materia de reglas de origen en el sector automotriz. Esta controversia, que ya lleva más de diez meses, entró a panel y deberá resolverse antes de fin de año. En ello, Canadá y México han señalado que los Estados Unidos se han excedido en sus interpretaciones sobre el contenido regional de los vehículos producidos en América del Norte, lo que dejaría ventajas a la manufacturación estadounidense, por sobre la canadiense y la mexicana. Y ello, a decir de los dos países, violenta lo acordado en el T-MEC. Veremos entonces cuál es el desenlace de esta controversia. Y, finalmente, esta cuarta controversia de ESTADOS UNIDOS y CANADÁ contra MÉXICO en materia de política energética. Ya están corriendo los 75 días que tiene México para convencer, en el entendido de que si el intercambio de información y razones va por buen camino, ese plazo se puede ampliar. Esencialmente, los dos países están impugnando las modificaciones de 2021 a la Ley de la Industria Eléctrica; la supuesta preferencia que México otorga a la electricidad producida por CFE y el uso de las redes que favorece a Pemex, por encima de las empresas de esos países, que invierten en México, entre otras reclamaciones.
Las recientes reformas al sector energético mexicano no buscan desplazar a la competencia. Los Estados Unidos necesitan entender que, así como la industria automotriz representa un sector muy importante en el que intervienen empleos y sindicatos, y que ellos defienden legítimamente, en México el sector energético tiene un peso histórico, pues desde hace casi cien años se sentaron las bases para que la industria petrolera y eléctrica tuvieran como objetivo que el país fuera autosuficiente y con esto romper con la dependencia extranjera de bienes estratégicos como el petróleo y la electricidad. Ahora mismo el Gobierno mexicano está empeñado en rescatar estas industrias, que en las últimas décadas se estaban orientando más hacia la privatización, menoscabando al estado mexicano.
Más allá de la resolución a la que se llegue en estos dos temas controversiales, el sector automotriz y la industria energética, existen áreas de oportunidad en las que conviene trabajar en conjunto, y en el marco del T-MEC, como lo es la producción de semiconductores, un producto básico para muchas industrias tecnológicas y cuyo abasto vino a ser afectado por la pandemia y luego por la guerra Rusia-Ucrania.
En fin, hasta ahora, la implementación del T-MEC ha sido para México exitosa. Esperamos solucionar estas controversias, justamente en el marco de la institucionalidad del tratado e iniciar el año próximo incrementando la recuperación económica nacional y de Norteamérica.
En casi 30 años, el comercio con Estados Unidos se incrementó en un 711%; actualmente el 82% de las exportaciones de México tienen como destino los Estados Unidos. Más de 5 millones de empleos en aquella nación dependen del comercio con México. Definitivamente, no solo hay un pasado exitoso, hay futuro y desarrollo en la relación comercial bajo el T-MEC. Trascendamos el diferendo.